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De México a Valencia y viceversa

Tras un paréntesis vuelvo con varias novedades. La primera es que mi mujer y yo pudimos visitar a mi familia en Ondara, Alicante. Fue un viaje de un mes pero lo más curioso del caso es que, tras 2 años sin poder ir, muchas cosas seguían igual, como si no me hubiera ido. Sin embargo, en alguna ocasión, me sentí raro porque no parecía que yo fuera de allí. Por ejemplo, sorprenderme por las mujeres que venden en los mercadillos o por las quejas constantes de la gente.

Fue un mes en el que mi mujer pudo conocer de dónde soy, algo que para mí es muy importante. Su presencia en Ondara, Valencia y otros lugares fue maravilloso porque no podía creer que ella pudiera estar allí, no podía creer que podía explicarle las cosas estando a mi lado. Fue increíble.

De regreso a México me siguen sorprendiendo muchas situaciones. Éstas tienen que ver con el deporte. Por ejemplo, que en el carril del metrobús haya un señor mayor corriendo para atrás o de la señora que vende flores en una esquina. Normalmente suele estar ella y su madre. Se parecen tanto que no sé quién es una y quién es la otra. De hecho, me di cuenta que eran dos y no siempre la misma persona porque la madre me dijo un día: ya me ha contado mi hija que sueles venir y comprar rosas o girasoles. Yo le dije: "¿cómo sabe que soy yo?". Ella me contestó: "porque me dijo que era español".

También me sigue sorprendiendo que intentes estacionarte por la mañana cerca de tu lugar de trabajo y no puedas hacerlo porque, no sé quién, se dedica a poner garrafas de agua para que no puedas aparcar. Y no es que solo sea en un lugar, no, no, una manzana entera está llena de garrafas de agua.

Más sorprendente es encontrarte a un vecino en el ascensor y te pregunte: "¿eres chileno? es que tienes un acento parecido". Sonreí y le contesté: "casi, casi, pero no". De la misma manera me sigue sorprendiendo que en mi trabajo me hayan elegido para ser brigadista en caso de un temblor o de un incendio. La chica de RRHH lo argumentó diciendo: "como no eres mexicano seguro que te lo tomas con más seriedad".

Pero lo que más me sorprende de todo es que el mexicano siempre tiene una sonrisa. Da igual que esté pidiendo en la calle, da igual que lleve 10 horas en el trabajo, da igual que llueva o haga sol, da igual que viva a 2 horas de su trabajo, da igual todo, la sonrisa siempre está presente. Y esa sonrisa me reconforta. Seguiremos informando.

La Ciudad de México, una ciudad de imágenes

No sé cuántos años tendrá. Tampoco la veo todos los días, pero cuando me cruzo con ella aparece una sonrisa en mi cara y pienso que sí, que hay personas buenas en el mundo. Cada vez que la veía me preguntaba lo mismo: ¿por qué la vida es tan injusta que hay gente que no tiene nada para comer y tiene que buscar entre la basura?

Un día me paré a su lado y le pregunté si necesitaba algo. Me dijo que no, que la comida que busca no es para ella sino para gente que realmente lo necesita. Me quedé sin palabras. Personas como ella, anónimas, que pasan desapercibidas son las que hacen cosas grandes en este mundo. Está delgada, con una mirada penetrante, de unos 70 años y con un corazón grandísimo.

El mismo corazón grande que tiene mi mujer. No tengo palabras suficientes para agradecerle todo lo que ha hecho y hace por mí cada día, sus ánimos y apoyos porque sabe que toda mi familia y amigos están lejos, porque sabe que hay momentos que uno necesita un abrazo, una caricia, un beso, porque me demuestra siempre lo mucho que me ama.

La Ciudad de México tiene muchas imágenes. Situada a más de 2,000 metros de altura y con más de 20 millones de habitantes, cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día son distintos uno del otro. Desde hace unas semanas llueve casi todas las tardes y la gente lo tiene más que asumido. Cuando digo que cada momento es diferente al anterior me refiero a que es posible que hoy llueva muy fuerte y dejen de funcionar los semáforos y que al día siguiente sea una lluvia fina y la gente camina con paso decidido con o sin paraguas, o que un día veas a las 8 de la mañana a personas haciendo ejercicio y al otro día no te encuentres a nadie, o que salgas de casa, agarres la bici en dirección al trabajo y haya tanto tráfico que casi no puedes pedalear y al día siguiente vayas casi solo por la avenida.

Una de las imágenes que no se me va de la cabeza es la de un chico que el otro día iba caminando por la acera y, al levantar la cabeza, me vio que pasaba corriendo. Me sonrió, empezó a aplaudir y a darme ánimos. Creo que desde ese momento hasta que llegué a casa mi ritmo aumentó mucho. Pongo este ejemplo porque el mexicano es así, capaz de cualquier cosa, como esta ciudad que la odias o la amas.

Imágenes, imágenes y más imágenes. Como la de una familia entera descalza pidiendo en el metro de la ciudad, la de un chico que está dentro de un coche pitando sin parar sin pensar que la culpa del tráfico no es del coche que tiene delante, la de gente que va y viene por un mercado lleno de flores, la de un chico que te grita para que le compres un jugo o un sandwich o la de una señora que vende cosas entre los miles y miles de coches que hay en una avenida importante. Seguiremos informando.



Per fi ha arribat el canvi al País Valencià

Avui vaig a fer un parèntesi perquè m'agradaria poder escriure algunes paraules sobre les eleccions que es van produir el passat diumenge 24 de maig al País Valencià. Em sent amb la necessitat de fer-ho perquè des d'eixe dia tinc un sentiment d'alliberament, com si a la meua terra haguérem acabat amb un règim dictatorial.

Veure des de la distància l'alegria de molta gent que va eixir al carrer per celebrar la derrota del PP, rebre missatges d'amics contents perquè iniciem una nova etapa, que la meua dona em diguera que "estoy muy contenta por ti porque sé que este cambio lo querías desde hace mucho tiempo", és el que esperava un dia sí i un altre també. Em van vindre a la ment moltíssimes imatges, situacions, frases.

Des d'aquell que un dia em va dir que "sóc apolític" i després es va convertir en regidor del PP fins a un altre que em va contestar que "a tu no et tocava aprovar oposicions a RTVV perquè hi ha molts compromisos abans", moments que no oblidaré mai i que em van fer sentir que, efectivament, no estava en un país normal.

Sempre he tingut el privilegi de dir el que pense, de no amagar-me i deixar clar que sóc d'esquerres. Ser així m'ha dut, de vegades, a tindre problemes i, per què no dir-ho, a haver d'emigrar per poder treballar. Però jo estava tranquil perquè des que vote (i coincideix amb la presència del PP a la Generalitat Valenciana), sempre he tractat de lluitar per un canvi, no només per mitjà del vot sinó també en manifestacions, articles d'opinió i depuracions al treball, i perquè tenia i tinc el dret a expressar el que pense sense que això poguera afectar a la meua situació personal o de feina.

Jo volia que arribara aquest dia, volia tornar a respirar aire fresc, volia sentir el que era guanyar unes eleccions, volia veure la reacció de la gent farta, cansada de corruptes, de mal govern, de polítics que s'han dedicat molts anys a saquejar els diners de tots, a posar a amics, coneguts i familiars en llocs de l'administració pública sense tindre capacitat, a robar, robar i robar, polítics que han destruït la sanitat i l'educació públiques, el valencià i la nostra cultura, polítics que només han buscat omplir-se les butxaques i mantindre el seu seint.

Jo volia el canvi i per fi ha arribat. I ara què? Des del mateix diumenge estic escoltant i llegint moltes especulacions, teories i possibles pactes de govern. Crec que el nerviosisme pel canvi està més fora dels propis partits polítics i hem d'estar tranquils i tindre paciència. Les eleccions han aconseguit que el PP deixe de tindre majoria absoluta i que, per tant és possible un govern d'esquerres per mitjà d'un pacte de govern. Sembla que Compromís i PSOE podrien signar-lo i hem de deixar que parlen, que debaten, que arriben a conclusions, que arriben al què i no al qui i endavant. Què guanyem els qui hem esperat tant de temps per aquest canvi a fer suposicions, a buscar 5 peus al gat si no estem en eixes negociacions?

Puc entendre i entenc que la il.lusió és tan gran que voldríem que el pacte ja estiguera fet i que des de ja mateix posaren en marxa les polítiques que ens mereixem els valencians. Si vam aguantar 20 anys de govern del PP crec que podrem aguantar uns quants dies més. El més important és que el canvi ja ha arribat, que hem d'estar contents com la gent ha dit PROU, gaudir de l'alegria de les persones de bé, creuar-te pel carrer i notar un ambient diferent, d'il.lusió, d'emoció i d'alegria...I ho dic jo que estic a Mèxic, lluny però a la vegada prop de vosaltres. Des d'ací jo note eixe canvi d'ambient. Permetem-nos gaudir uns dies, esperar, confiar perquè tot arriba, fins i tot que Rita Barberá deixe de ser alcaldessa de València.

Entre trámites anda el juego

Cuando alguien te diga que es un emigrante lo primero que debes pensar es en que para cualquier cosa necesita hacer trámites, trámites y más trámites. En algunos casos es divertido, en otros es un "coñazo". ¿Qué podría ser divertido? Por ejemplo, pedir el voto o registrar el matrimonio en la Embajada de España. ¿Qué es un coñazo? Tener que renovar cada año tu permiso de trabajo o tener que comunicar cualquier cambio que ocurra en tu vida.

Cuando eres emigrante tienes el privilegio de que te ocurran cosas sorprendentes, de que vivas situaciones que otras personas no lo harán nunca. Ahora, mientras escucho la música de un grupo que se llama Tassel & Naturel se me ocurren algunos ejemplos y lo escribo como me aparecen en la cabeza: votar en un consulado, casarte y que el juez te diga "lo hecho en México es lo mejor", despedirme de la gente como nunca lo había hecho, con besos y abrazos, decir hola y que tu interlocutor ya te pregunte si eres de otro país, ir a un mercadillo (aquí se les llama tianguis) y que te llamen güero (rubio) o que el día de tu boda te agarren de pies y manos y empiecen a mantearte.

Y es que como emigrante he vivido lo mejor que me podía ocurrir, casarme con la chica de mis sueños. Cuando la conocí supe en ese momento que ahora estaría casado con ella, con la mexicana bonita.

Lo que está claro es que cuando eres emigrante y vives en un país que no es el tuyo todo pasa por ti y hay momentos que te planteas muchas cosas, sobre todo al principio. Había días qué decía: "¿qué hago aquí?" "¿Por qué todo es tan surrealista?". Y llegas a pensar que todo es blanco o negro, sin términos medios. Es decir, creer que o México te gusta o lo odias. Y no es así. Solo se trata de una cultura diferente a la tuya y que la gente ve las cosas de otra manera, nada más.

Porque no es lo mismo que tú digas en Valencia que te voy a llamar ahora o que en 15 minutos estoy allí que que te digan en la Ciudad de México que en un ratito llegará o que ahorita te llama (ratito y ahorita no se sabe cuándo será); tampoco es lo mismo que en Valencia sea normal poner el intermitente o esperarte en un STOP que tener que adivinar lo que va a hacer el coche que tienes delante en cualquier avenida de la Ciudad de México o ir con cuidado cada vez que haya un cruce porque no sabes si el que tiene el STOP lo va a hacer o no.

A pesar de las diferencias y del proceso que uno tiene que seguir para adaptarse, México ofrece tantas cosas buenas que me queda mucho por descubrirlas todas. De momento vivo el día a día con mi mujer y diciendo de vez en cuando ándale, órale o híjole. Seguiremos informando.

Navidad mexicana

Es curioso que a pesar que hablemos el mismo idioma algunas palabras no significan lo mismo. A lo mejor puedo hablar con un mexicano sobre un tema A y él entiende B. Por ejemplo, yo puedo decir que estoy disgustado y la persona puede entender que estoy enfadado. Suele ser divertido.

También es divertido comparar la Navidad. Ahora que han pasado la fiesta quiero hablar un poco de ella. El año pasado me sorprendió muchísimo ver tantos coches con tantos árboles de navidad encima de ellos. Este año ya empiezo a encontrarlo normal, pero no así la gran cantidad de mercados en los que venden mil y una cosas como detalles, pero no tienen el famoso"caganer" que aparece en el belén español.

Pero lo más divertido y curioso a la vez es lo de las posadas. La primera vez que me hablaron de ellas no entendía qué me querían decir hasta que lo experimenté. Se trata de pedir posada a una casa determinada para que te dejen entrar. Una vez allí te dan de comer. Todo tiene una connotación religiosa pero lo bonito es que los vecinos de una misma calle lo hacen desde el día 12 de diciembre hasta el 24 de diciembre cada día en una casa, compartiendo lo que tienen y celebrando la llegada de la Navidad casi en familia.

Hablando de familia, es el segundo año consecutivo que pude celebrar esos días en compañía de la familia de mi amada Areli y de ella, de la meua xiqueta. Desde aquí quiero dar las gracias por hacerme sentir importante, por tratar de sentirme como en casa y que traten de evitar que piense que estoy a más de 10.000 kms de los míos.

Ha sido una Navidad muy especial. El nuevo año, 2015, será inolvidable por algo muy importante en mi vida y que contaré en su momento, pero ahora mismo estoy escribiendo estas palabras y me siento muy emocionado y feliz por haber encontrado lo que quería. La gente que me conoce sabe de lo que hablo y también sabe que he hecho lo posible y lo imposible por encontrarlo. Sin embargo, sin ellos, sin mis padres y hermanas yo no hubiera venido a México y no hubiera conseguido lo que tengo. Seguiremos informando.



Vendedores de comida en un cementerio

La siguiente imagen me persigue desde el domingo pasado: mientras estoy con mi pareja en un panteón para visitar la tumba de su padre, aparece un señor vendiendo comida. Camina entre el césped y se dirige a nosotros. No salgo de mi asombro y enseguida Areli se da cuenta de mi sorpresa. Compramos unos cacahuetes y se marcha. Lo siguiente que digo es: "wow, no me esperaba esto, y menos en un cementerio". Ella se ríe, me abraza y me dice "te amo". Ufff, ese momento es muy emocionante.

Y es que por mucho que lo piense no dejo de sorprenderme. Es impensable que en un cementerio de España entre alguien a vender comida, y menos si se trata del Día de Todos los Muertos. Aquí se desdramatiza la muerte en el sentido de que entienden que es un estado más de la vida de la persona. Visitan a sus familiares difuntos, comparten con él su música, su comida, sus risas. Me gusta esa forma de celebrarlo y no como en España que es todo fúnebre, todo triste.

Y triste sería que no reconociera que ahora estoy más contento porque no llueve diariamente. Salir del trabajo y ver que el cielo está despejado me alegra muchísimo, no solo porque no me mojo, sino porque puedo salir a correr por la Colonia Del Valle que es donde vivo ahora. Diría que es una colonia residencial, bien situada geográficamente porque está dividida por ejes (avenidas) importantes. Puesto que camino mucho, me gusta fijarme en los edificios y en las casas. Hay de todo tipo: con jardín, edificios feos y viejos, otros nuevos y bonitos, otros abandonados y otros con una estética ochentera. Hay una gran mezcla, como todo en la Ciudad de México.

Porque aquí es normal que mientras estás parado con el coche en un semáforo, venga alguien que quiera limpiar el cristal delantero, que le digas que no pero que te lo limpie igualmente. O es normal que las calles sean un auténtico mercado: desde el que vende comida fuera de las estaciones de metro hasta que el camina entre los coches mientras están esperando que el semáforo se ponga en verde y acabando por los que van en carrito vendiendo de todo. La ciudad huele siempre a comida: me recuerda mucho a Estambul.

Sin embargo, el surrealismo sigue apareciendo de vez en cuando. Es posible que estés parado para cruzar una avenida, aparezca un pesero (autobús), pare delante de ti y salte un chico joven con cara de pocos amigos a preguntarte si vas a subir; o que vayas caminando y alguien te diga que seguro que eres extranjero, italiano tal vez; o que alguien del trabajo se enfade porque no le das la mano o la besas cuando llegas o te vas. La idiosincrasia de un país que tiene de todo. Seguiremos informando.

Gestos y miradas que te cambian la vida

Una simple mirada, un simple gesto es suficiente para darte cuenta de muchas cosas. Uno, en este caso yo, puede ir caminando medio dormido hacia el trabajo, medio fastidiado por cualquier tontería y, de repente, encontrarte a una niña de unos 12-13 años en una esquina, ayudando a sus padres a vender comida, y sonreír cuando pasa a su lado, mirarlo con cara de alegría. A partir de ese momento, el día ya es diferente.

Y es que México te ayuda a valorar más las cosas buenas y a relativizar las que tú consideras que son malas o que no son buenas. El trayecto que hago de casa al trabajo (lo hago caminando y eso es un lujo en una ciudad como el DF) o del trabajo a casa, podría resumir lo que puede ser este país. Mientras pasas delante de un edificio con un vigilante que está barriendo la acera y te cuenta que su jornada es de 14-15 horas al día, puedes ver cómo una mujer va caminando muy deprisa y arrastrando a su hijo porque llega tarde al colegio.

También puedo encontrarme con un grupo de trabajadores que están a punto de empezar su jornada en un edificio en obras y, al lado, que salga un coche lujoso de un estacionamiento. O que en un mismo parque exista una pareja joven de enamorados junto con un señor mayor leyendo el periódico, o una señora que camina a paso lento pero seguro en dirección a alguna parte, o que una niña esté con su mamá vendiendo figuras para el día de muertos.

Lo mismo ocurre en mi lugar de trabajo. Mis compañeros se ríen y les hacen gracia las expresiones que digo en plan "insultos". Palabras como "hostia", "la madre que lo parió", "me cago en..." son habituales en el lenguaje de un valenciano como yo. Cada vez que la digo, mis compañeros se ríen. De la misma manera ella sonríe cuando me sale un "hostia" después de una frase. Ella lo repite, me mira y me besa. Es la mejor forma de entender y de darte cuenta lo importante que puedes ser para alguien, que eres importante para Areli.

Ha sido un verano raro para mí. Acostumbrado al sol y a la playa de Ondara, Denia o Valencia, este ha sido el primer verano entero que no he estado allí y ha coincidido con que el verano del DF consiste en que llueva todos los días. Me ha afectado enormemente, no solo porque no estoy acostumbrado a tanta lluvia, sino porque no he podido entrenar como hubiese querido. Desde hace unas pocas semanas he vuelto a los entrenamientos y empiezo a encontrarme mejor, aunque la altura de la ciudad me afecta y no respiro bien. La idea es correr el Maratón de la Ciudad de México del próximo año, aunque antes habrán sucedido cosas muy importantes en mi vida; mejor dicho, sucederá algo fundamental en mi vida. Seguiremos informando.